Nos gusta el campo, vivir aquí es precioso, formas parte del entorno, escuchar los pájaros cantando, la lluvia en el tejado, el viento a través de los árboles, la ilusión de encontrar cosas nuevas que aprender cada día. Esto es lo que nos trae y nos hace permanecer pero no todo es precioso, vivir en el campo es exigente. Nos hemos dado cuenta de que solemos publicar unas fotos muy chulas de las cosas bonitas y curiosas que tenemos alrededor pero no se ve todo el esfuerzo que hay detrás así que vamos a darnos un desahogo.
Vivir en el campo
Por si no te lo imaginabas, vivir en el campo es convivir a diario con insectos, alimañas, ropa sucia, barro, estiércol, averías, trastos variados por doquier, todo tipo de imprevistos, lesiones, ruidos estridentes de motosierras y desbrozadoras en marcha (aquí la hierba crece que a un ritmo inabarcable), destrozos de animales que se escapan y se comen la corteza de lo árboles, inundaciones y desorden, mucho desorden, entre otras cosas.
El día a día además tiene unos extras que en un piso no te pasan, por ejemplo: calentarse. Nuestra casa se calienta con una fantástica chimenea de masa térmica que es la alegría misma peeero requiere cortar, picar y apilar leña durante una temporada del año y luego cada día limpiar las cenizas, llenar la chimenea y hacer fuego bien hecho, que no es tan fácil como parece, todo tiene su truco.
Y esto de encender la chimenea es sólo un botón de muestra, no pensemos que salimos por la puerta y encontramos fruta sana y deliciosa sin haber previamente hecho todo un recorrido de esfuerzo y pérdidas, vamos aprendiendo a base de equivocarnos, de plantar y no recoger, porque vinieron los caracoles y se lo comieron, porque el viento lo tumbó, porque el ganado se salió y lo pisó… la naturaleza te da y te quita.
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